Cuando Leon y yo estábamos casados, hace siglos –empezó a decir Claire–, íbamos a muchas reuniones, y a veces una reunión acababa en fiesta y yo me sentaba a los pies de Leon y escuchaba hablar a los hombres. Oh… ¡cómo hablaban! Era, supongo, verborrea sofisticada. Desde luego, no se parecía a nada que yo hubiera oído en Concord, donde me crie… y, sin embargo, lo que recuerdo, lo único que recuerdo, no es de qué hablaban, sino a sus mujeres, sobre todo a las de más edad, esperando como jubiladas a que les dirigieran la palabra.