Todos, según el Tao, estamos cayendo, en todos los momentos de nuestra vida, de un árbol. Es como si, en el momento del nacimiento, nos hubiesen arrojado desde lo alto de un precipicio y estuviésemos siempre cayendo, sin que nada pudiera detener nuestra caída. Convendrá pues que, en lugar de vivir en un estado de crispación crónica y de querer aferrarnos a cualquier cosa, dado que el mundo es impermanente y está también cayendo con nosotros, aprendamos a no ofrecer resistencia y comportarnos como gatos