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Stefan Zweig

El mundo de ayer

  • gelivmehar citeretfor 3 år siden
    Primero había que abrochar innumerables ganchillos y corchetes por detrás, desde la cintura hasta el cuello; ceñir el corsé con toda la fuerza de la ayuda de cámara; rizar, tensar, cepillar, alisar y recoger el largo cabello a manos de una peluquera convocada a diario, con una legión de horquillas, pasadores y peinetas, bajo el auxilio de tenacillas y ruleros (les recuerdo a los jóvenes que hace unos treinta años, salvo algunas decenas de estudiantes rusas, todas las mujeres de Europa podían desplegar su cabellera hasta las caderas); y entonces a la mujer se la moldeaba y envolvía con enaguas, camisolas, chaquetas y chaquetillas, como capas de cebolla, hasta que el último resto de su forma femenina y personal desaparecía por completo
  • gelivmehar citeretfor 3 år siden
    Llenas de expectativas ante lo desconocido, de lo que estaban excluidas, se imaginaban la vida en forma romántica, pero a la vez las avergonzaba que alguien pudiera descubrir lo mucho que sus cuerpos, de los que nada tenían en claro, anhelaban caricias. Una especie de tenue confusión aquejaba incesantemente todo su porte. Caminaban de modo distinto a las muchachas de hoy, cuyos cuerpos están templados por el deporte y que se mueven entre los muchachos fácilmente, como pares
  • gelivmehar citeretfor 3 år siden
    Se subrayaba el denominado sexo fuerte frente al sexo débil incluso en la actitud que se le reclamaba: el hombre, resuelto, caballeroso y agresivo, y la mujer, tímida, recatada y defensiva; cazador y presa, en lugar de pares
  • gelivmehar citeretfor 3 år siden
    bella criada con el encargo de que instruyera al muchacho de manera práctica. Pues les parecía mejor que el joven despachara ese molesto asunto bajo el propio techo, con lo que se preservaba el decoro hacia afuera y además se evitaba el peligro de que pudiera caer en manos de alguna “persona refinada”. Pero había un método de esclarecimiento decididamente mal visto en todas las instancias y formas: el del abordaje abierto y sincero
  • gelivmehar citeretfor 3 år siden
    En la medida en que se sometiera a los controles policiales y cumpliera con la obligación de hacerse una revisación médica dos veces por semana, gozaba del derecho comercial de alquilar su cuerpo al precio que le pareciera justo. Se le reconocía su oficio como uno más entre todo los otros, pero –y aquí se entrometía la moral– no se le reconocía del todo. Por ejemplo, si una prostituta le había vendido su mercancía, o sea, su cuerpo, a un hombre, y luego él se negaba a pagar el precio convenido, ella no podía demandarlo. De pronto su reclamo se había vuelto inmoral (ob turpem causam,149 como alegaba la ley), y las autoridades no la amparaban
  • gelivmehar citeretfor 3 år siden
    Súbitamente, el viejo y confortable orden se vio alterado, las normas vigentes –y hasta entonces infalibles– de lo “estéticamente bello” (Hanslick) se vieron cuestionadas,88 y mientras los críticos oficiales de nuestros “sólidos” periódicos burgueses se horrorizaban ante los experimentos, a menudo audaces, procurando refrenar ese incontenible caudal con motes tales como “decadentes” o “anarquistas”, nosotros los jóvenes nos arrojábamos con tanto mayor entusiasmo donde la rompiente era más fuerte.
  • gelivmehar citeretfor 3 år siden
    Pues el siglo en que nací y crecí no fue un siglo de pasiones. Era un mundo ordenado, con estratos nítidos y transiciones suaves, un mundo sin odio. El ritmo propio de las nuevas velocidades todavía no había traspasado de las máquinas
  • gelivmehar citeretfor 3 år siden
    Porque no considero que nuestra memoria sea un elemento que retiene una cosa meramente por azar y que pierde otra por azar, sino una fuerza que ordena y elimina a sabiendas.
  • Louise Delgadohar citeretfor 3 år siden
    sentimiento de la libertad interior

    Comparto

  • Vania Plumahar citeretfor 3 år siden
    Solo quien podía mirar el porvenir sin preocupaciones gozaba el presente con buena predisposición
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