os filósofos pueden agonizar dándole vueltas a las preguntas «¿qué es la verdad?», «¿qué es la inteligencia?» o «¿qué vida es la buena?»; pero en Tecnópolis no hay lugar para esa batalla intelectual. Las máquinas suprimen la complejidad, la duda y la ambigüedad. Trabajan con rapidez, están estandarizadas y nos suministran cifras que pueden verse y con las que hacer cálculos