comunicó al Pravda que aquel pacto, conocido como el pacto Mólotov-Ribbentrop, y los protocolos secretos que dividían a Europa, eran una realidad. La URSS había negado la existencia de este protocolo durante cinco décadas. Solo diez semanas antes del cincuenta aniversario de la firma, Alexander Nikolaevich formó apresuradamente una comisión para formular una nueva posición, adecuada a la glásnost, sobre el pacto. Estaba mal preparado para ello, ya que, para empezar, ni siquiera estaba seguro de que aquel protocolo secreto existiese: la URSS no había conservado ninguna copia del original. Aun así, le parecía esencial que Moscú dijese oficialmente algo que distanciase a Gorbachov de Stalin, por una parte, y por la otra, aminorase las tensiones con las repúblicas bálticas.20 La línea que adoptó en la entrevista con Pravda fue reconocer los protocolos pero no la ocupación: Moscú continuaría afirmando que los estados bálticos se habían unido voluntariamente al imperio. La treta falló. Alexander Nikolaevich asestó un golpe al mito supremo de la infalibilidad de las acciones soviéticas en la Segunda Guerra Mundial, pero desde el punto de vista de las repúblicas bálticas, su revelación fue dolorosamente insuficiente