Luego me devuelve el abrazo. Me levanta como si estuviera demasiado feliz para que yo considerara siquiera detenerlo, como si esta llamada telefónica que acabo de recibir cambiara mi vida y también la suya, como si hubiera estado deseando esto tanto y tan intensamente como yo. Y cuando me da vueltas por la habitación, un único y perfecto torbellino de pura felicidad, ahí es cuando me doy cuenta.