Ivana se dio cuenta de lo que pasaba con su cuerpo. Era de una persona, ahora extendido sobre la silla se notaba más, pero no tenía huesos. Ninguno. Cuando intentó hablar, la voz que salía de ese cuerpo sin tonalidad muscular era gutural pero fina, como si pusiera un esfuerzo enorme, toda la contracción posible enfocada para sacar un hilo de voz. Ivana no le entendió nada, pero las viejas aplaudieron. Y Yolk quiso soltarse de las amarras.