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Cord Riechelmann

Cuervos

  • Miguel Ángel Vidaurrehar citeretfor 3 måneder siden
    Por eso toda esa corriente lleva su nombre. La “esopización” de la naturaleza consiste en que los fabulistas se apoderan de los animales para disfrazar atributos y problemas humanos.
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    Un ejemplo de la forma inalterada se encuentra en el mito de los cuervos como mensajeros de los dioses. El dios germánico Wotan tenía dos cuervos, Hugin y Munin, que se posaban a izquierda y derecha en sus hombros. Uno, Hugin, representaba los pensamientos; el otro, Munin, representaba la memoria. Cuando atardecía, Wotan enviaba las aves hasta el confín del mundo para que, al regresar, le pudieran informar qué ocupaba e impulsaba a los hombres. Ellos volvían por la noche, hacían su informe y así le ahorraban a Wotan el paso propio por el mundo de los humanos. En la ópera El ocaso de los dioses, de Richard Wagner, los cuervos aparecen exactamente en esta función de mensajeros. En el primer acto dice Waltraute:

    A sus dos cuervos
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    Cuervos, buitres y demás aves de carroña funcionaban como eliminadores de los cadáveres de animales y de los residuos arrojados a los vertederos. Eran bienvenidos como personal de limpieza, pero a la vez de este modo seguían relacionados con la muerte. Esto cambió cuando mejoró la higiene de las ciudades y con la paulatina intensificación de la explotación agrícola. Los cuervos seguían estando allí pero habían perdido su función de limpiadores urbanos. En ese momento se produce el cambio en la connotación: de purificadores a alimañas. Este fue un proceso que no se desarrolló de modo simultáneo. En el caso de Londres, por ejemplo, puede consignarse una fecha. En septiembre de 1666, ardió una panadería cerca del Puente de Londres y el incendio, que se expandió a las casas vecinas, duró una semana y terminó destruyendo más de trece mil viviendas. Las autoridades de la época no alcanzaron a sacar fuera de la ciudad los cadáveres de las víctimas y así se ofreció a los sobrevivientes un espectáculo horrendo: los entonces numerosos grajos y cuervos comunes se dedicaron a picotear, pinchar y desgarrar los cadáveres humanos. A continuación, los habitantes de Londres reclamaron y obtuvieron la expulsión total de esos córvidos. Se mató a miles de aves y se destruyeron todos sus nidos. Sólo el rey Carlos II no quiso seguir ese impulso de aniquilación. Un vidente le había profetizado que el reino sufriría un gran daño y el palacio se desmoronaría como arena si se expulsaban todos los cuervos de la Torre. Esto dio que pensar al rey y, en consecuencia, dispuso que se debían criar seis cuervos en la Torre y les dio un guardián. Ese guardián, llamado oficialmente Yeoman Raven Master, existe hasta hoy, y también los cuervos. Seis, a veces ocho ejemplares son cuidados amorosamente y se les permite saltar en la hierba con sus alas cortadas Cuando muere alguno, es enterrado en el foso del castillo. Para Boria Sax, especialista en cuervos y teórico de la literatura, la modernidad de los cuervos se inicia en 1666.
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    También comparten con los buitres el cambio en la percepción que de ellos tenían las sociedades europeas. Hasta finales de la Edad Media no sólo eran tolerados sino apreciados. Los cuervos seguían los rebaños en sus desplazamientos, y eliminaban los animales viejos que morían, las crías nacidas sin vida, las secundinas o simplemente los restos de la comida de los pastores.
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    su incapacidad para arrancar la piel de los animales se deriva también su cooperación con lobos y coyotes. Los cuervos guían a los coyotes y lobos hasta los animales muertos –ciervos, corzos u ovejas–, porque los ayudan a dejar al descubierto el interior del cadáver. Y aun cuando los coyotes se sirven primero, queda para los cuervos, sobre todo en invierno, más comida que si esperaran a que los gusanos hayan abierto el cadáver.
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    Es importante señalar, sin embargo, que en Hitchcock los pájaros no son un símbolo, son los animales reales y concretos. La prueba es que el director muestra abundantemente la vida de las aves y les concede mucho espacio a sus movimientos mediante maravillosos retratos y capturas de sus vuelos. En una larga conversación con François Truffaut, cuya edición alemana lo muestra en la tapa
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    Sin embargo, la condensación unilateral de los cuervos en “objeto malvado” (Slavoj Žižek) sigue resultando curiosa. En Los pájaros son tres especies diferentes –gorriones, gaviotas y cuervos comunes– las que forman bandadas para atacar a los hombres. A las interpretaciones en clave ecológica siempre les llamó la atención eso. En su respuesta a la pregunta de por qué las aves atacan los hombres, Slavoj Žižek formuló la cuestión de la siguiente manera: “¡Aves de todo el mundo, uníos!” En la lectura ecológica, las aves están sencillamente hartas de la impiadosa explotación de la naturaleza por parte de los hombres y se deciden a contraatacar. Con esta interpretación se corresponden, por ejemplo, las últimas escenas de la película. Al final, los pájaros observan desde su posición panorámica y en paz cómo la familia que ha perdido al padre finalmente se marcha. Hitchcock invierte el desenlace normal de la lucha entre naturaleza y sociedad, en el que siempre son los animales los que retroceden. Así sigue el modelo de los militantes ecológicos y los pensadores del retorno que, como Elias Canetti, soñaron en los años sesenta y setenta con un contragolpe victorioso de la naturaleza y con la derrota de los seres humanos.
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    Me acerco a la ventana para presenciar el extraordinario juego de las grajillas con la tormenta. ¿Un juego? Sí, un juego, en el más propio sentido de la palabra: movimientos practicados por ellos mismos, para disfrutar, no al servicio de una finalidad determinada. Y debemos advertir categóricamente que se trata de movimientos aprendidos, no de instintos innatos. Pues todo lo que practican estas aves en las alturas, la utilización del viento, la apreciación exacta de las distancias y, sobre todo, el conocimiento de las condiciones locales en los distintos puntos donde, para una determinada dirección del viento, existen movimientos ascendentes, baches o torbellinos, todo eso no es patrimonio heredado, sino que lleva el sello de lo que se ha adquirido individualmente.
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    punto, o mejor, la línea en la que están Deleuze y Guattari les permite reconocer gestos artísticos en las marcas animales sonoras o luminosas de los territorios, pero esos gestos no son precursores del arte humano sino que se trata de vectores paralelos.
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    importante texto de los filósofos franceses Gilles Deleuze y Felix Guattari, Mil mesetas, aparecido en 1980, el catálogo Wahrheit ist Arbeit [La verdad es el trabajo] de los artistas Werner Büttner, Martin Kippenberger y Albert Oehlen, de 1984 y la novela Kaltenburg de Marcel Beyer, de 2008. Los pasajes de estos libros que se refieren a Lorenz pueden leerse como una trilogía que en una adecuada y paulatina gradación lleva a un furioso y córvido final en las últimas frases de la novela de Beyer.

    Deleuze y Guattari se remiten a Lorenz sobre todo en el capítulo “Del ritornelo”. Allí se trata del descubrimiento de que los territorios de los animales a menudo son fenómenos expresivos. Los animales marcan su territorio con los colores que ellos mismos portan, o a través de sonidos, cantos y ruidos. Según la concepción de estos filósofos, los territorios no son espacios fijos, que puede ser ocupados o desocupados, sino estructuras móviles creadas sólo por los movimientos de los animales. Y hasta qué punto los territorios son móviles puede estudiarse en los arrendajos, las urracas, las cornejas negras o las cornejas cenicientas de las ciudades. Un patio arbolado se vuelve un territorio de arrendajos sólo cuando una pareja de arrendajos se instala y se queda allí. Y esto, por otra parte, lo hacen a la vista de todos. En otoño usan macetas de los balcones como depósito de comida para bayas y demás, y observan a las personas en sus casas con tanta precisión que en algún momento ya saben quién y cuándo sale a fumar en qué balcón. Si son urracas o cornejas las aves que construyen sus territorios cerca de las viviendas, nadie podrá ya ignorar sus gritos y estos pasarán a formar parte del ambiente como cualquier otro ruido urbano.
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