«Es mucho más sencillo mantener una causa equivocada, y respaldar opiniones paradójicas para satisfacer a un auditorio vulgar, que establecer una verdad dudosa con argumentos sólidos y concluyentes. Cuando los hombres descubren algo que puede decirse a favor de lo que, en la misma proposición, pensaban que era completamente indefendible, se vuelven recelosos de su propia razón y caen en una especie de grata sorpresa: secundan al orador, seducidos y cautivados por encontrar una cosecha tan abundante de razonamiento donde todo parecía estéril e infructuoso. Ésa es una tierra encantada de la filosofía».
La Vindicación de la sociedad natural, publicada anónimamente en 1756, señala el principio de la carrera literaria de Edmund Burke (1729–1797). En esta obra, el futuro adversario de los derechos del hombre y defensor de los derechos de los ingleses advierte los efectos de los pensadores de la Ilustración sobre la Constitución británica y apunta al peligro que supone, para la sociedad, la crítica de la religión. Sin embargo, Burke se tomó muchas molestias para que su primera pieza fuera una obra maestra de ocultación de los motivos que le habían llevado a escribirla y que se proyectan sobre el resto de su escritura.