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Edith Wharton

La solterona

  • zafiroboliviahar citeretsidste år
    —Querida, solo una cosa más.
    —¿Sí? —murmuró Tina adormilada.
    —Quiero que me prometas…
    —Lo que quieras, lo que quieras, mamá querida.
    —Bien, pues que al despedirte mañana, justo en el último momento, ya sabes…
    —¿Sí?
    —Tras haberte despedido de mí y de todo el mundo, justo cuando Lanning te esté ayudando a subir al carruaje…
    —¿Sí?
    —Que le des tu último beso a tía Charlotte. No lo olvides, el último de todos.
  • zafiroboliviahar citeretsidste år
    Sin embargo, como ya aprendiera en cierta ocasión, uno podía hacer lo que se propusiera (tal vez incluso matar) siempre que no tratase de dar explicaciones, y ésta era una lección que no había olvidado.
  • zafiroboliviahar citeretsidste år
    —Tal vez si no lo hubiese sido antes… Quiero decir que al final habría resultado mejor para Tina si yo siempre hubiese sido una Ralston prudente y precavida.
    El doctor Lanskell desplomó en el sillón de su escritorio su corpachón aquejado de gota, y la miró con sorna a través de sus gafas:
    —Odio las expresiones del tipo habría-sido-mejor-que. Resultan tan nutritivas como comer fiambre de cordero tres días seguidos.
  • zafiroboliviahar citeretsidste år
    Hubo días en que pensé que el sol no iba a ponerse nunca. Y después llegaba la luna, por la noche. —Puso sus manos sobre los hombros de su prima—. Ahora todo es distinto. Pronto dejará de molestarme la luz.
  • zafiroboliviahar citeretsidste år
    Sí… ¿Y después, qué?
    Bueno, pues… ¿qué significaba tal pregunta? Después, naturalmente, seguía la turbadora rendición a las incomprensibles exigencias del joven al que, como mucho, una habría ofrecido una sonrosada mejilla a cambio de un anillo de compromiso; la inmensa cama de matrimonio; el terror de verle afeitarse tranquilamente en mangas de camisa a través de la puerta entreabierta del vestidor; las evasivas, las insinuaciones, las sonrisas de sometimiento y las citas bíblicas de mamá; la evocación de la palabra «obediencia» en la beatífica bruma de la ceremonia nupcial; una semana o un mes de sonrojante congoja, aprensión y embarazoso placer; luego, la progresión de la costumbre, el insidioso arrullo de la rutina, la pareja yaciendo desvelada en el gran lecho blanco, las charlas o consultas a primera hora de la mañana a través de la misma puerta del vestidor que, semanas antes, pareciese la antesala a un foso incandescente a punto de abrasar la faz de la inocencia.
    Y a continuación, los bebés; los bebés que se suponía que «lo compensaban todo», pero que resultaba no ser así… por más que fuesen criaturas entrañables. Una seguía sin saber exactamente qué se había perdido o qué era aquello que los hijos compensaban.
  • Claudia Hthar citeretfor 2 år siden
    Los enérgicos británicos y los rubicundos y robustos holandeses se habían mezclado entre ellos dando lugar a una sociedad próspera, cauta y, pese a ello, boyante
  • Zulma Ríoshar citeretfor 3 år siden
    No habían llegado a las colonias para morir por un credo, sino para vivir de una cuenta bancaria.
  • Sandra Viviana Chisaca Leivahar citeretfor 3 år siden
    barazoso placer; luego, la progresión de la costumbre, el insidioso arrullo de la rutina, la pareja yaciendo desvelada en el gran lecho blanco, las charlas o consultas a primera hora de la mañana a través de la misma puerta del vestidor que, semanas antes, pareciese la antesala a un foso incandescente a punto de abrasar la faz de la inocencia.
  • Nataliahar citeretfor 4 år siden
    no falta el aguijón burlesco contra las modas y las complacencias esnobistas de una burguesía con más afectación que experiencia de primera mano.
  • Nataliahar citeretfor 4 år siden
    Por último, cabe destacar que Wharton alcanzó cierta reputación como paisajista y decoradora de interiores.
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