Pero concedido esto, repito que podemos pedir a un hombre feliz (no a Guillermo III) que se aguante con las pequeñas contrariedades y que incluso haga de ellas parte de su felicidad. No hablo del dolor positivo o de la positiva pobreza. Hablo de estas innumerables limitaciones accidentales que constantemente hallamos en nuestro camino: mal tiempo, confinamiento en esta o la otra casa, en esta o la otra habitación, ingresos o combinaciones que fracasan, esperas en estaciones del ferrocarril, correos perdidos, falta de puntualidad cuando nosotros somos puntuales, o lo que es peor, puntualidad cuando no somos puntuales nosotros.